lunes, 21 de agosto de 2017

Mateo 19,16-22: Si quieres ser perfecto

Mateo 19,16-22  

En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: "Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?" Jesús le contestó: "¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos." Él le preguntó: "¿Cuáles?" Jesús le contestó: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo." El muchacho le dijo: "Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?" Jesús le contestó: "Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo- y luego vente conmigo." Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.

— Comentario de Reflexiones Católicas
"Si quieres ser perfecto..." 

La palabra "perfecto" está compuesta por el prefijo "per", que tiene en sí mismo un sentido de movimiento: per, hacia un objetivo, hacia un fin.

Las cosas imperfectas no están terminadas. No obstante, algunas tienen, en todo caso, un gran valor, como la famosa sinfonía inacabada de Beethoven. Pero la mayor parte de las obras no terminadas parece que no tienen sentido. No tiene sentido empezar el camino si, después, no se llega a la meta.

La perfección cristiana es el camino hacia el Padre. Dios, nos asegura la Sagrada Escritura, no deja nada incumplido e imperfecto y lleva al hombre hacia el fin eterno. Por eso, Cristo dice: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48).

Puesto que todos buscan la perfección, la frase condicional de Jesús parece casi superflua: «si quieres ser perfecto»... Explica san Juan Crisóstomo: Dios quiere conducir a todos los hombres a la perfección, pero no todos los hombres tienen la buena voluntad de colaborar con Él. Sin embargo, Crisóstomo cree firmemente en la fuerza de voluntad humana; según él, para llegar a la perfección con la ayuda de Dios, basta querer.

Los Padres de la Iglesia sostienen que la exhortación a ser perfectos está dirigida a todos los amigos de Jesús. Rezamos el Padre nuestro: las palabras de esta oración contienen toda la perfección del cielo y de la tierra. El problema es «cómo» llegar a la perfección.

En la vida, crecemos y nos desarrollamos gradualmente. El progreso psicológico no es igual para todos y, también en el camino de la salvación, algunos proceden más rápidamente y otros son más lentos.

San Basilio no admite una actitud tibia y un camino medio para el cristiano. Cree que la conversión a Dios debe ser total: cuando el hombre comprende que quiere vivir unido a Cristo, inmediatamente, todo el evangelio debería convertirse en su regla de vida.

Su amigo Gregorio Nacianceno no es tan radical. La vida está hecha de etapas; y en el crecimiento espiritual se pone en práctica primero una virtud y después otra, en el esfuerzo continuo por mejorar. La perfección es un fin común, pero el camino para alcanzarla puede ser más o menos largo.

Preceptos y consejos

La conciencia del ritmo personal de la vida espiritual llevó a la distinción entre los llamados preceptos y los consejos.

Los preceptos son el mínimo requerido, el escalón más bajo del recorrido hacia la perfección, la base para «entrar en la vida». Quien los trasgrede comete pecado. Los consejos son una ayuda para obtener un bien superior, la perfección.

Ningún cristiano puede robar; pero no todos deben renunciar a lo que poseen más allá de lo necesario para la vida cotidiana, Renunciar a lo superfluo con amor al prójimo lleva adelante en el camino espiritual y, por esto, los religiosos toman este consejo como programa de vida y hacen voto de pobreza.

Todos los cristianos, cuando oran, piden pureza de corazón, pero no todos eligen la virginidad, sólo quien busca una pureza más radical para una relación más íntima con Dios.

Orando, decimos «hágase tu voluntad»; es decir, la obediencia es una virtud cristiana fundamental y, también Jesús decía que sólo hacía lo que le pedía el Padre que está en los cielos (Jn 5,19). Pero la obediencia religiosa conlleva confiarse plenamente al padre espiritual o al superior, para que interpreten la voluntad de Dios en las distintas situaciones de la vida cotidiana. Por tanto, preceptos y consejos conducen al mismo fin. 

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